En los últimos años, la custodia compartida ha ido cobrando protagonismo en las resoluciones judiciales de derecho de familia en España.
Su objetivo es garantizar que ambos menores puedan disfrutar del tiempo con ambos progenitores, así como que ambos progenitores mantengan una relación significativa con los hijos. Pero aunque la idea es buena, no siempre es fácil de ejecutar.
Si bien es cierto que la custodia compartida, actualmente, está configurada como el régimen prioritario, hay que tener en cuenta que cada familia es un caso diferente, y que no hay que dar por sentado nunca ningún régimen, ya que éstos no son automáticos.
Se tendrán que evaluar circunstancias como: qué es lo que más beneficia a los hijos menores, sus necesidades, cómo ha funcionado la familia pre-ruptura, la distancia entre los domicilios de ambos progenitores, etc.
En este artículo veremos los beneficios, los retos más frecuentes y algunas recomendaciones para que una custodia compartida funcione de verdad.
Beneficios de la custodia compartida
Favorece que los menores mantengan un vínculo estable y habitual con padre y madre, fomentando, por tanto, equilibrio en las relación interparentales y el desarrollo efectivo de los hijos menores.
Al no perder el contacto con ninguno de los dos, los niños sienten que siguen siendo importantes y queridos por ambos, reduciendo el impacto emocional que puede tener la separación.
Los menores sienten a sus padres en situación de igualdad, es decir, no perciben que uno de los padres “ha perdido”, de modo que se evitan sentimientos de abandono o culpa.
Asimismo, los niños tienen la oportunidad de construir y mantener vínculos sólidos con ambos padres. Esto les permite recibir amor, apoyo y orientación desde dos referentes fundamentales en su vida, fomentando un desarrollo afectivo saludable y equilibrado.
Retos y dificultades habituales en la custodia compartida
Aunque la custodia compartida puede ofrecer numerosos beneficios para los hijos y sus familias, su aplicación también puede implicar ciertos retos que deben ser considerados y gestionados adecuadamente.
A continuación, se detallan algunas de las dificultades más comunes:
Cuando uno de los progenitores reside lejos del domicilio habitual del menor, del centro escolar o incluso en otra ciudad, la organización del tiempo puede volverse compleja.
Una cuestión muy importante es que la custodia compartida requiere una comunicación fluida y correcta entre los padres. Sin embargo, en contextos donde existen conflictos previos o falta de cooperación, pueden surgir desacuerdos sobre aspectos cotidianos: quién recoge al menor, quién asiste a una reunión escolar, entre otros.
Las diferencias en aspectos como el uso de pantallas, hábitos de estudio, alimentación o normas de convivencia pueden generar confusión en los menores y tensiones entre los adultos, especialmente si no hay acuerdos previos claros.
Claves para que la custodia compartida funcione bien
- Buena comunicación entre los padres, respeto mutuo y voluntad de cooperación: establecer canales eficaces (mensajes escritos, llamadas telefónicas, reuniones periódicas) y siempre actuar con respeto. Evitar reproches constantes y centrar la comunicación en los intereses de los menores. También es muy importante evitar que los hijos actúen como mensajeros.
- Tener un calendario estable: es importante contar con un reparto establecido, a fin de que los menores tengan seguridad de con quién tienen que pasar el tiempo, y evitar desplazamientos constantes.
- Establecimiento de los gastos: aunque el tiempo se comparta, muchos costes seguirán siendo comunes (material escolar, ropa, salud, excursiones). Tener un registro claro de estos gastos ayuda a evitar conflictos a futuro.
Casos en que puede no ser adecuada
No todas las situaciones son aptas para la custodia compartida. Podría no ser recomendable si existe historial de violencia doméstica o problemas serios de comunicación que puedan perjudicar al menor; si los domicilios de los progenitores están muy alejados y el traslado frecuente implica perjuicio para el desarrollo del menor; o incluso si uno de los progenitores tiene limitaciones físicas, laborales u otros impedimentos que imposibiliten asumir la responsabilidad con continuidad.
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